El Cabildo de Gran Canaria estrenó anoche el documental ‘El aprovechamiento tradicional de las fibras vegetales en Gran Canaria’, un trabajo audiovisual que hace un homenaje a los artesanos que utilizan la palma, el pírgano, el centeno, el mimbre y la caña para transformarlos en cestos, sombreros, esteras y escobas gracias a una alta dosis de paciencia y pericia, y a un conocimiento que ha pasado de generación en generación.
La consejera de Artesanía, Minerva Alonso, fue la encargada de presentar en el Teatro Cuyás este documental que tiene como objetivo mostrar a la sociedad, de la mano de los propios artesanos, cómo recogen y convierten las fibras vegetales del entorno donde viven en materia prima que después coge múltiples formas. Se trata de una acción de divulgación de la cultura tradicional a través de la Fedac para transmitir el patrimonio tangible e intangible de la Isla y contribuir así a la supervivencia de los oficios artesanos.
Así, cesteros y estereras exponen su labor diaria y el gran conocimiento que atesoran. A ellos se suman también un escobero y un podador de palmeras, esta última una profesión necesaria para conseguir la hoja de palma.
Estos oficios artesanos fueron una actividad paralela a la agrícola, practicada por campesinos, jornaleros y propietarios de pequeñas explotaciones para completar así un modelo de autoabastecimiento de útiles vinculados al campo para su propio consumo y para el de sus vecinos.
La ausencia de relevo generacional, la escasa demanda de su producción y la dificultad para obtener las materias primas provocan en la actualidad que estos oficios peligren, una situación que el Cabildo quiere revertir a través de la divulgación. Este documental será exhibido a partir de ahora en los municipios grancanarios y en colectivos vecinales y centros educativos.
La hoja de palma como protagonista
Los miembros de la familia Gutiérrez Vélez, una saga de cuatro generaciones de mujeres dedicada a la artesanía con la hoja de palma de Ingenio de Santa Lucía, explican en este documental el trabajo que hacen a diario. La primera tarea es cortar la palma, ponerla al sol bien tendida para evitar que se manche para después abrir las hojas y mojarla, y empezar así a realizar la empleita, es decir, el trenzado y la base para cualquier objeto.
Con estas materias primas, las estereras eran en el pasado las encargadas de confeccionar bolsos, sombreros y esteras, mientras que los hombres se dedicaban a las cestas y las escobas porque requerían de más fuerza, explican mientras muestran el proceso de elaboración de los productos artesanos.
Por su parte, Roberto Vélez, podador de palmeras e hijo y nieto de podadores, relata que en la actualidad las palmeras se podan por estética y para evitar incendios, mientras que antiguamente lo hacían por necesidad para aprovechar el fruto y sus hojas para la artesanía. “La gente piensa que es fuerza, pero es maña”, relata mientras muestra como sube a lo alto del árbol gracias a la fuerza de sus piernas y brazos.
Esta profesión fue esencial para los trabajos artesanos de palma y pírgano, y era una labor peligrosa y especializada, que requería de gran agilidad y conocimiento, y que fue transmitido de generación en generación.
“Hemos aprendido mirando para nuestros padres y abuelos. Ellos nunca te querían enseñar por el peligro de subirte a una palmera, y tú lo hacías porque ibas de valiente. Es un honor seguir con esta tradición”, apunta Vélez.
La hoja de palma también es utilizada para confeccionar escobas, como las que realiza Miguel Santana del Valle de San Roque de Valsequillo. Hijo de cestero y escobero, él siguió esta profesión que asegura que le encanta y que lamenta que puede estar en riesgo de desaparecer. “Tengo la tristeza de que se vende poco, cada vez menos”, explica.
Las escobas se elaboran con el tallo central de las hojas de palmera, el pírgano, y con hojas de palma verde colocadas en un alambre. Antiguamente eran utilizadas para barrer y también para encalar y pintar las casas. Este uso de la palmera canaria se remonta a antes de la conquista de las Islas.
Del mimbre a la caña y el centeno
Carmelo Texeira, del Barranco de la Mina de San Mateo, trabaja el mimbre y la caña y aprendió junto a su padre este oficio que dejó de lado durante un tiempo para trabajar en la construcción y al que regresó tras un accidente. En el documental explica el proceso para tratar esta fibra y para elaborar un cesto, que se empieza por el fondo, al igual que una casa por los cimientos. Llegó a hacer hasta un cesto para un globo, aunque lo habitual es confeccionar cestas de labranza y para pan, además de hueveras.
Francisco Navarro es cestero de caña, una labor que empezó casi con 20 años viendo cómo trabajaba su abuelo cestero y ahora, con 74 años, aún mantiene esta tradición, seguido por su nieto. Este artesano de Tenteniguada de Valsequillo, relata como pela las fibras, después las parte y las remoja para empezar a trabajar intercalando las cañas.
Por su parte, Eloísa Peña, también de Tenteniguada, es artesana de centeno, una profesión que aprendió sola, reconoce, tras desarmar un día un sombrero para ver cómo se hacía. En el documental explica que el centeno se corta cuando ya está seco, después de clasifica y se pone en remojo para trabajarlo mojado con el fin de que no se parta. Con él realiza un trenzado y después lo cose para elaborar un sombrero que “dura toda la vida”.
El documental, realizado por Hormigas Negras, concluye con mensajes de los protagonistas para dentro de 100 años, entre ellos, el deseo de que no se hayan perdido estas tradiciones, porque para valorar estos objetos es necesario aprender a hacerlos, aseguran.